sábado, 3 de enero de 2009

De Encinas sobre el 2008.

Alejandro Encinas
Incertidumbre
03 de enero de 2009

Mal termina 2008. Los pronósticos más pesimistas al inicio del año que termina fueron superados por la realidad. Con la sola excepción del triunfo de Barack Obama en las elecciones presidenciales de EU, que inyectó un aire renovado en un mundo unipolar, todos los indicadores arrojan un saldo negativo.

La recesión económica subestimada por el gobierno de facto hace estragos en la economía y el empleo. Los ofrecimientos de bajar los precios del gas, la electricidad y las gasolinas quedaron en engaño y se han traducido en incrementos semanales de precios y tarifas. La inseguridad y el crimen organizado permean todos los ámbitos de la vida pública, desde la corrupción de funcionarios encargados de combatirlos desde las instituciones de seguridad, incluidos algunos mandos del Ejército, hasta participantes en concursos de belleza.

El ambiente político se enrarece y los acuerdos entre las cúpulas partidistas fortalecen una partidocracia cada vez más ajena a las preocupaciones de su militancia y de la sociedad. El 2008 cierra además con un mayor encono en medio oriente y un absurdo ataque abalado por la administración Bush a unas semanas que concluya su mandato.

Llegamos a 2009, en el que las expectativas no son nada alentadoras. En la economía se prevé nulo crecimiento, lo que traerá consigo el mayor desempleo de las últimas décadas, ausencia de créditos para la actividad productiva, inflación y un mayor detrimento de los salarios y de la economía familiar. Se prevé una mayor repatriación de paisanos y una severa caída en las remesas que millones de mexicanos envían al país para el sostén de los sectores más desprotegidos de la población.

Se celebrarán elecciones intermedias para renovar la Cámara de Diputados y distintos procesos para la elección de poderes locales. Se pondrá a prueba la reforma electoral que limitó la libertad de asociación de los partidos para conformar coaliciones electorales, lo que redefinirá la composición del sistema de partidos, por lo que serán determinantes los mecanismos de selección de candidatos y el papel de los medios en el marco de la nueva legislación, que debe garantizar equidad en la contienda e impedir la promoción disfrazada de funcionarios o candidatos. Además, se pondrá a prueba a un IFE que no alcanza a superar su profunda pérdida de credibilidad y a un desacreditado TEPJF que solapa en complicidad sus corruptelas internas.

Este proceso tendrá un ingrediente adicional: la eventual intervención del crimen en las campañas. Aunque éste ha sido un asunto persistentemente negado por las cúpulas partidarias, nadie puede negar la posibilidad real que ello sucedan, más aún cuando por más que lo niegue la vieja mafia corporativa, hay indicios no sólo de financiamientos poco claros a algunos candidatos, sino testimonios de intervenciones directas, levantones, presiones y amenazas a candidatos e incluso a comunidades para influir electoralmente por estos grupos.

Para la izquierda este proceso será definitorio, tanto para el desenlace de la crisis interna del PRD como para el futuro de las organizaciones integrantes del FAP. El daño a la imagen y la credibilidad del PRD no se va a superar por una sui géneris campaña a la que sólo falta postular a Jesús Ortega como candidato a reina de la primavera, sino con una rectificación de su discurso y práctica política, sin dobleces y con claridad para mantener la diversidad que en sí representa la más importante organización que la izquierda partidaria haya construido. En ello el papel que cumpla el movimiento aglutinado en torno a la Convención Nacional Democrática, el gobierno legítimo, el FAP y la defensa del petróleo puede marcar la diferencia para que 2009 sea un año que aglutine a las izquierdas para enarbolar la defensa de la economía popular y el empleo, y retomen el camino de consolidación del proyecto alternativo que requiere México.

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