viernes, 4 de septiembre de 2009

Bajo el Volcán, está Hueyapan

por Juan FRancisco García Reynoso

…Un buen ciudadano busca mantener vivas
las aspiraciones eternas de verdad y justicia
en un sistema político que se burla de ellas.
Denise Dresser
El día sábado me desperté temprano. La emoción de ver reunida a la comunidad indígena de Hueyapan en el mercado, hizo contra cualquier apuesta, que un servidor sin necesidad de despertador abriese los ojos. Pero esa no iba a ser la única sorpresa ante las carencias y confort que ofrece nuestra amada Cuernavaca. El día anterior había asistido a comer –por invitación de uno de los voceros de la comunidad- a una casa en la cual el platillo fue mole casero Ustedes comprenderán, pero mal acostumbrado a los tacos acorazados, a las gorditas, memelas y huaraches de nuestras calles, me fue imposible pedir una sola ración: aunque nuestro estómago dañado ya no soporte estas cargas alimenticias.
Como era de esperarse, me dirigí rumbo a la letrina. Los placeres del día anterior no me tenían preocupado, era obvio, no pasó nada grave. Suerte la mía de haber curtido mi cuerpo a las inclemencias de los alimentos aderezados de tifoidea, cólera y demás menesteres ordinarios de nuestra citadina existencia Al contrario, me encontraba feliz, despierto, contento, observando el volcán Popocatepetl. Me dicen que no está a más de cinco kilómetros en línea recta de donde me encuentro. Malcom, ¿adónde te quedaste? Si Lowry hubiese conocido Hueyapan, otra hubiera sido la historia. Aquí en verdad se está bajo el volcán, y si es necesario decirlo, aunque no tiene un Farolito, si tiene bebidas.., ¡qué, digo! ¡Elixires! Los hay de durazno, de zarzamoras, de rosas, de infinidades de frutos.
¬Hueyapan te hubiese dado la más placentera de las muertes Lowry.


Después de contemplar durante minutos aquel majestuoso paisaje, contra todo esfuerzo, mientras escuchaba a un coche haciendo chillar su bocina y a varias personas soplando sus caracoles en un claro llamado a que asistieran a la reunión pactada, me dirigí nuevamente al edén, al espacio donde se encontraba el tlecuil; ya los olores del desayuno (mole, y tortillas hechas a mano) embriagaban mi ser. ¡Albricias!
Eran las diez de la mañana cuando nos dirigimos a la reunión. La comunidad ya se encontraba ahí, no miento, toda la gente ahí estaba, atenta, silenciosa, sacando sus propias conclusiones. Esa mañana me quedó claro que aunque existía la advertencia de que quien no fuese ó llegara tarde sería sancionado con una multa, tanto mujeres como señores estaban ahí porque les importaba. La gente se arremolinaba en imaginarios círculos concéntricos, cada vez más grandes, los participantes me era imposible verlos. Quien hablaba, tenía que dialogar con sus compañeros, sin ningún objeto que lo levantase por encima del resto, de frente, en igualdad de condiciones. Sin importar de qué partido político son afines, tanto mujeres y hombres tienen algo en claro, necesitan organizarse, para que el gobierno les resuelva los problemas del agua y la delimitación territorial. Saben que en cada nueva reunión, las decisiones se convierten en situaciones más complicadas que tendrán que enfrentar todos; sin embargo, pese al silencio, a la expectación de lo que vendrá, una mujer deja claro que todas ellas no temen, y que al contrario, o lo que pudiera pensarse, también están organizadas, resolviendo de manera conjunta entre ellas, el camino de la paz, de la felicidad y de la justicia para Hueyapan. Aunque gobierno no escuche.

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