lunes, 1 de diciembre de 2008

Ortega asume la dirección del PRD sin aval de sus adversarios

Elude responder cuál será el papel de López Obrador en el partido

■ Convoca a la unidad de “todas las izquierdas”, sin exclusiones

Alma E. Muñoz y Enrique Méndez de la jornada

Ortega Martínez emitió un largo discurso, que se vio empañado al principio, cuando la bandera amarilla del PRD, colocada a sus espaldas, se desprendió del pedestal y cayó. Su esposa, Angélica de la Peña, quien lo asistió durante toda la ceremonia, se apresuró a recogerla y dos jóvenes la amarraron con cinta canela. Admitió que asumía el cargo en “una circunstancia especial, particularmente compleja y difícil para nuestro partido y, de la misma manera, para el país”

la noche del sábado NI y ADN presentaron sus propuestas para distribuir en partes iguales las seis principales secretarías del Comité Nacional.

Este último bloque defendió su “derecho” de asumir las carteras de asuntos electorales, finanzas, difusión y propaganda, y dejar a los encinistas alianzas, educación, democracia y formación política, organización y relaciones políticas



Ante instancias partidarias incompletas, finalmente Jesús Ortega Martínez rindió protesta como presidente nacional del PRD: el grueso de los consejeros nacionales de Izquierda Unida no se presentaron a la cita y el bloque dejó parcialmente integrada la mesa directiva del séptimo Consejo Nacional. Así, comenzó su gestión sin responsables del secretariado, órganos autónomos y representaciones diversas del partido, pues las corrientes sólo se pusieron de acuerdo para integrar la Comisión Política Nacional.

La ceremonia se realizó en la explanada de la delegación Venustiano Carranza, después de que Ortega Martínez valoró que hacerlo en el cine que lleva el nombre de la demarcación –donde sesionaron durante dos días los consejeros– daría cuenta de la imagen en que rendiría protesta: con la asistencia de alrededor de 250 consejeros de su corriente, Nueva Izquierda (NI), de Alternativa Democrática Nacional (ADN) y de otros grupos afines quedarían vacíos cientos de lugares. En el auditorio caben mil 300 personas, según sus cálculos, y aunque eran mayoría, no llenaban la sala.

Así que pidió trasladar la sesión del consejo a la explanada de la delegación, atiborrada desde temprana hora por miles de perredistas de NI y ADN, principalmente del Distrito Federal, de la zona metropolitana y del estado de México para revestir la ceremonia, donde también Hortensia Aragón, de Foro Nuevo Sol, rindió protesta como secretaria general del partido.

Ortega Martínez emitió un largo discurso, que se vio empañado al principio, cuando la bandera amarilla del PRD, colocada a sus espaldas, se desprendió del pedestal y cayó. Su esposa, Angélica de la Peña, quien lo asistió durante toda la ceremonia, se apresuró a recogerla y dos jóvenes la amarraron con cinta canela. Admitió que asumía el cargo en “una circunstancia especial, particularmente compleja y difícil para nuestro partido y, de la misma manera, para el país”

Ofreció impulsar una “izquierda moderna, democrática” en lo que definió como la “quinta etapa” en la vida del partido, y a pesar de la crisis interna derivada de la elección de marzo pasado, aseguró que en México, en las tres décadas recientes, “la izquierda, en lugar de división, ha caminado por el rumbo de la unidad, y eso ha permitido que la convirtamos en una gran fuerza partidaria y en un factor, como en pocas ocasiones antes, de gran influencia en el acontecer nacional”

Según Ortega, en esta etapa partidista es necesario consolidar un gran frente político-electoral, en el cual “se unifique el mayor número posible de las izquierdas, de los movimientos sociales, de los sectores democráticos y progresistas, sin exclusionismos (sic) ni sectarismos”.

Entonces pidió al Consejo Nacional que “trace una estrategia de unidad”, porque “esto es lo correcto y de parte del PRD no debe haber mezquindad. En la izquierda, como es natural, no existe la mezquindad, existe la generosidad”. En una conferencia de prensa posterior, aclaró que esa convocatoria incluye a los partidos del Trabajo y Convergencia.

En su discurso convocó también a una “inmediata, profunda y radical reforma del partido para que superemos desviaciones, incongruencias y errores, y terminemos con esa visión, lamentablemente tan extendida, de utilizar al partido sólo para satisfacer intereses individuales. Hagamos la reforma urgente para que superemos nuestros pleitos y nuestros conflictos, muchos de los cuales se alimentan de intereses egoístas y alimentan la estrategia de nuestros verdaderos contrincantes”.

Propuso cambios a los estatutos, a la declaración de principios y al programa del PRD para “reconstruirlos en los principios éticos y políticos que le dieron razón de existencia”. Recomendó al Consejo Nacional que autorice el nombramiento de un contralor especial que transparente a los ciudadanos, “peso por peso, los recursos que utilizamos, porque no hay razón para la opacidad. No tenemos nada que ocultar; transparencia absoluta”.

Después ofreció una conferencia de prensa en la cual eludió la mayor parte de las preguntas, al mencionar que no quería opinar sobre diversos temas, como el relacionado con el movimiento de Andrés Manuel López Obrador y la permanencia de éste en el PRD, así como el resurgimiento público de René Juvenal Bejarano. Además, minimizó la renuncia de militantes perredistas del estado de México.

En tanto, continuó el jaloneo entre corrientes para buscar acomodos en las carteras del partido. Izquierda Unida decidió rechazar la propuesta que la noche del sábado le presentaron NI y ADN para distribuir en partes iguales las seis principales secretarías del Comité Nacional.

Este último bloque defendió su “derecho” de asumir las carteras de asuntos electorales, finanzas, difusión y propaganda, y dejar a los encinistas alianzas, educación, democracia y formación política, organización y relaciones políticas.

Su negativa cerró la puerta a la posibilidad de nombrar al secretariado. Los bloques sólo pudieron consensuar la integración de la Comisión Política Nacional, propuesta que después se entregó a Ortega para que, en su calidad de presidente –conforme a los estatutos–, la presente al pleno del Consejo Nacional.

En la Comisión Política Nacional quedaron, conforme a la representación proporcional de las corrientes en la integración del consejo, además de Ortega y Aragón, Ricardo Ruiz, Martí Batres, Dolores Padierna, Armando Quintero, Juan José García Ochoa, el diputado Alejandro Sánchez Camacho, Héctor Bautista, Jesús Zambrano, René Arce, Guadalupe Acosta, Martha Dalia Gastélum, Horacio Duarte y Graco Ramírez. Todos rindieron protesta en medio de abrazos y risas, e inclusive Arce le picó las costillas a Dolores Padierna, quien le daba manacitos.


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